En cada visita al supermercado, cientos de productos con etiquetas llamativas intentan captar la atención de los consumidores. Sin embargo, más allá de las estrategias de marketing y los eslóganes de “saludable” o “natural”, hay un factor clave que muchas veces pasa desapercibido: los aditivos alimentarios. Estas sustancias, comúnmente identificadas con una “E” seguida de un número, generan debate por su posible impacto en la salud. ¿Qué significan realmente? ¿Son todos peligrosos? ¿Cómo podemos identificarlos en las etiquetas para evitar los más dañinos?
¿Qué son los aditivos con código «E»?
Los aditivos alimentarios son sustancias que se añaden a los alimentos con distintos fines: mejorar su conservación, potenciar su sabor, modificar su textura o darles un color más atractivo. En Europa, los aditivos aprobados reciben un código que comienza con la letra “E” (de Europa), seguido de un número que los clasifica según su función:
- E100-E199: Colorantes.
- E200-E299: Conservantes.
- E300-E399: Antioxidantes y reguladores de acidez.
- E400-E499: Emulsionantes, estabilizantes y espesantes.
- E500-E599: Reguladores de la acidez y agentes antiaglomerantes.
- E600-E699: Potenciadores del sabor.
- E900-E999: Endulzantes y agentes espumantes.
- E1000 en adelante: Otros aditivos menos frecuentes.
Si bien no todos los aditivos son peligrosos, algunos han sido objeto de controversia debido a sus posibles efectos adversos para la salud.
Los aditivos más cuestionados y su impacto en la salud
Aunque las autoridades sanitarias regulan estos aditivos, muchos estudios han señalado posibles riesgos asociados al consumo prolongado de algunos de ellos. Entre los más preocupantes, destacan:
1. Colorantes artificiales (E100-E199)
Muchos colorantes sintéticos han sido relacionados con reacciones alérgicas y problemas de hiperactividad en niños. Algunos ejemplos incluyen:
- E102 (Tartrazina): Presente en refrescos, caramelos y cereales. Puede causar reacciones alérgicas y exacerbar síntomas en personas con asma o sensibilidad a los salicilatos.
- E129 (Rojo Allura AC): Usado en golosinas y bebidas, ha sido prohibido en algunos países por su posible relación con el desarrollo de tumores en estudios con animales.
2. Conservantes (E200-E299)
Los conservantes evitan que los alimentos se deterioren rápidamente, pero algunos pueden afectar la microbiota intestinal y generar toxicidad en dosis elevadas.
- E211 (Benzoato de sodio): Usado en refrescos y salsas, se ha vinculado con problemas de comportamiento en niños y puede reaccionar con la vitamina C formando benceno, un compuesto cancerígeno.
- E250 y E251 (Nitritos y Nitratos de sodio): Presentes en embutidos y carnes procesadas, pueden transformarse en nitrosaminas, sustancias cancerígenas cuando se combinan con aminoácidos en el estómago.
3. Potenciadores del sabor (E600-E699)
- E621 (Glutamato monosódico o MSG): Frecuente en sopas, snacks y comidas precocinadas. Se ha relacionado con efectos adversos como dolores de cabeza, palpitaciones y una respuesta adictiva que lleva a un mayor consumo.
4. Endulzantes artificiales (E900-E999)
- E951 (Aspartamo): Presente en refrescos light y chicles, algunos estudios han señalado su posible relación con problemas neurológicos y metabólicos.
- E954 (Sacarina): Se han realizado estudios en animales que la vinculan con posibles efectos cancerígenos en altas dosis.
Cómo identificar y evitar los aditivos más perjudiciales
Saber qué contienen los productos que compramos es clave para tomar decisiones informadas. Para ello, es recomendable seguir estos consejos:
- Leer las etiquetas: Muchas veces, los aditivos aparecen con su código E, pero también pueden figurar con su nombre químico. Identificarlos y conocer su función es esencial.
- Elegir alimentos con menos ingredientes: Cuantos menos aditivos tenga un producto, menos procesado estará. Optar por opciones más naturales es siempre una apuesta segura.
- Evitar productos con listas interminables de aditivos: Si la etiqueta tiene demasiados códigos E o nombres complicados, es mejor buscar alternativas más sencillas.
- Priorizar productos frescos y mínimamente procesados: Frutas, verduras, carnes frescas y legumbres son opciones mucho más saludables que los ultraprocesados con numerosos aditivos.
- Usar aplicaciones de escaneo de etiquetas: Existen herramientas como Yuka o MyRealFood que permiten escanear productos y obtener información detallada sobre los aditivos que contienen.
Conclusión: no se trata de alarmismo, sino de conocimiento
No todos los aditivos son perjudiciales, pero algunos de ellos han sido objeto de debate debido a sus efectos a largo plazo en la salud. La clave está en la moderación y en optar por una alimentación basada en productos naturales y mínimamente procesados.
Girar el envase antes de meterlo al carrito de la compra y leer la lista de ingredientes puede ser la diferencia entre elegir un producto seguro o uno que podría afectar nuestra salud con el tiempo. En un mundo lleno de opciones y estrategias de marketing, la información sigue siendo nuestra mejor herramienta para cuidar lo que comemos.